sábado, 6 de diciembre de 2008

Casi todos los nombres del Jiloca


Hay que valorar ciertamente la perseverancia y el coraje de Pablo Marco para honrar la memoria de su padre y de los concejales de Calamocha que fueron fusilados en el cementerio de Singra en la “calma chicha” del verano de 1936 que sucedió al “alzamiento”. Por fin, con la colaboración de la Asociación Pozos de Caudé, mediante la colocación de una placa con todos los nombres, han tenido un reconocimiento –exiguo, a nuestro entender- las víctimas de la represión franquista en Calamocha, cuyo único delito fue haber defendido la justicia social a través de la sociedad ugetista Trabajadores de la Tierra.
En realidad, se ha tratado de un homenaje privado – de él y de las familias de algunos de los fusilados- puesto que las instituciones se han quedado mudas o han mirado hacia otro lado: ni el ayuntamiento de Calamocha, ni el del resto de municipios, ni la Comarca se han enterado de que numerosos vecinos, entre ellos varios dirigentes de partidos, maestros, alcaldes y ediles de diferentes municipios (Monreal del Campo, Calamocha, Villarquemado, Cella, Caminreal…), fueron represaliados y/o ajusticiados en este estío aciago . Al contrario que en otras comarcas de la provincia, parece que ha existido desde hace tiempo un pacto de silencio para que nunca se conozca lo que pasó por estas tierras del Jiloca en esos meses de sangre y plomo. Seguramente estamos más cómodos “con este silencio de muertos” que si se sacan a relucir unos acontecimientos violentos que muchos conocemos pero que las generaciones actuales y futuras ignoran.
Tras la sublevación militar del 18 de julio, la mayor parte de las tierras del Jiloca cayeron bajo el mando franquista lo que favoreció la represión y la ejecución de personas cuyo único “delito” era haber militado o ser dirigentes de partidos de izquierdas o de sindicatos. Por otra parte, hay que recordar que estos municipios, en ningún momento de la guerra, estuvieron bajo el control republicano por lo que no padecieron la represión del otro bando.
Ahora bien, cuanto mayor fue la actividad organizativa y reivindicativa de las sociedades obreras y políticas durante la II República en la Comarca de Jiloca, los efectos de la represión se tornaron más cuantiosos. Empecemos por la localidad de Cella: más de doscientas personas sufrieron en sus carnes el fusilamiento en los Pozos de Caudé, la cárcel, la incautación de bienes o algún otro tipo de represión; los ferroviarios de Caminreal del ugetista Sindicato Nacional Ferroviario, que se encontraban en julio de 1936 en plena huelga, fueron depurados o ajusticiados, incluido su alcalde Simón García Sancho; los alcaldes de Villarquemado, de conducta intachable, Nicolás López y Teófilo Villel, junto a varios concejales y vecinos de izquierdas, ajusticiados sin juicio previo; alcaldes de Ojos Negros y el presidente del Sindicato Minero de UGT, siguieron la misma suerte; en Fuentes Claras, el alcalde Enrique Esteban y varios concejales (Pedro Cano, Andrés Peris…) padecieron cárcel e incautación de bienes; en Monreal del Campo merece especial atención la tragedia de una familia cuyos dos hijos (Benjamín y Victoriano Górriz Bau) fueron ejecutados vilmente junto a las tapias del cementerio de Villafranca del Campo y cuyos restos aun estarían allí, en una zanja, a no ser por la valentía de la mujer de Victoriano que se atrevió a recoger los cadáveres. No se trataba de obreros, sino de una familia de la burguesía local que acababa de inaugurar en 1935 la fábrica de harinas más moderna de toda la Comarca, propietaria de una empresa de autobuses a Molina de Aragón y de una central productora de electricidad. Victoriano, alcalde del Partido Radical Socialista (a partir de 1934 Izquierda Republicana) durante la mayor parte de la II República, manifestó una ejemplar conducta ética al rechazar la presión de los caciques locales pero, sobre todo, destacó por la realización de obras para dar trabajo a los necesitados; búsqueda de financiación para la ampliación de regadíos; la lucha por la construcción de escuelas ante las necesidades educativas…; el alcalde de Villalba de los Morales, Juan Cortés Cebrián, “ejecutado por los ejércitos beligerantes…”; el de Torralba de los Sisones, Fernando del Carmen, “muerto por la guerra”…
Podemos seguir nominando a otros vecinos represaliados y con la depuración de innumerables maestros de los que tenemos los nombres y datos de su enjuiciamiento… tal como aseveraba recientemente Amnistía Internacional: “Para pasar de página, primero hay que leerla”. Y en eso estamos, en el párrafo inicial de la primera página, buscando todos los nombres, mal que les pese a algunos.

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