lunes, 10 de marzo de 2014
domingo, 24 de noviembre de 2013
El (gran) maestro Fabregat
El caso que nos ocupa hoy es el de Vicente Fabregat Boix, una figura de ámbito local y sin embargo, ha sido muy fácil optar por él como primer protagonista de esta sección pese a no haber nacido en esta tierra ni, por tanto, llevar “ilustres” apellidos turolenses sino valencianos, probablemente de Castellón, aunque no disponemos de la certeza absoluta
Ello se ha debido a varias razones: Fabregat fue una persona modesta y humilde, un valor que no está en boga en esta sociedad en la que la vanidad y la banalidad son predominantes y como tal murió en la más absoluta pobreza pero, lo más importante, es que estuvo vinculado “al progreso y a la cultura” del pueblo turolense casi dos décadas ya que alfabetizó musicalmente a cientos de turolenses.
Una muestra de este desprendimiento de “lo material”, de esta sencillez es la siguiente anécdota. En agosto de 1924, en un pleno del Ayuntamiento de Teruel, “se reparó, si no en el presupuesto, por lo menos en el sentir de los concejales, en una injusticia: el sueldo del maestro de la banda y gratificación no había sido abonada en los dos años anteriores…”. Este personaje sorprendente que no había cobrado las 3.000 pesetas de salario y las 500 de propina, no era otro que Fabregat que subsistía a duras penas llevando una vida franciscana. Tal es así que el Ayuntamiento, después de su muerte, sufragó los gastos del funeral, le concedió el nicho y los alumnos costearon la placa que hoy figura en el cementerio en la que se colocó un relieve con una lira en alusión a su dedicación musical y que podría ser restaurada por su mal estado.
El músico Fabregat, proveniente de Castellón y anteriormente de Logroño, toma posesión de la banda de Teruel tras haber ganado un concurso que muchos consideraron como “neutral” y “limpio”, el día 19 de junio de 1912 y falleció el último día del año de 1930, esto es, permaneció al frente de la banda municipal más de dieciocho años, siendo, por tanto su fundador y primer director.
Este maestro de la música, profesor de varias generaciones de jóvenes turolenses, ya había iniciado sus actividades musicales a los 17 años en el regimiento de Bailén como músico de primera y como solista del fiscorno. A partir de aquí, fue seleccionado para formar parte de la banda militar que representó a España en la Exposición de Chicago. Posteriormente, tras su licenciamiento del ejército, se incorporó a las bandas de Huesca y Logroño.
Nada más ocupar el cargo en Teruel, se pusieron manos a la obra tanto el director como “los elementos que se han podido reunir” para poder ofrecer música el día de la Vaquilla y el 3 de julio, fiesta local desde 1875, aunque a finales de junio, de forma realista, se reconocía la dificultad de la empresa al tener que “congregar repentinamente y reunir adecuada proporción de instrumentistas e instrumentos, ya se comprenderá que es difícil”. Hay que pensar que encontrar en esos años un número aceptable de personas que tuvieran conocimientos de solfeo y que además dispusieran de un instrumento musical era una tarea que se presentaba como compleja. Al parecer, Fabregat pudo recurrir a algunos internos de la Casa de Beneficencia que en cierto momento había dispuesto de una pequeña banda de música y salir airoso del asunto.
El 3 de julio de 1912, un suelto publicado en un periódico editado en la capital, presentaba este titular: “¡Ya hay banda¡”. Resulta que dicho día era festivo por conmemorarse el rechazo de los turolenses al ataque que contra la ciudad habían realizado las tropas carlistas dirigidas por el general Marco de Bello y, por primera vez, había sonado en las calles la música de la primera banda municipal bajo la batuta de Fabregat y el empeño del alcalde Dionisio Minguella. Desde la prensa se alababa del “ímprobo trabajo que supone el formar una banda en una ciudad en la que el arte musical no asomaba ni en sus más sencillas manifestaciones; en que muchos elementos que desfilaron por esta institución no sabían lo que significaba “el do” y luego pudieron acreditarse de verdaderos profesores…”.
Si hoy la ciudad de Teruel posee una extraordinaria banda, si la educación musical crece entre la juventud tal como parece, si existe una tradición musical, hay que buscar las raíces en este “apóstol” y “mártir” de la música, tal como le llamó el también músico Ángel Mingote que coincidió con él en Teruel en numerosos actos.
El reconocimiento por parte de los turolenses, aunque bastante tardío, por lo menos le llegó en vida ya que un año antes de su muerte, la asociación de Amigos de la Banda, realizó un acto de homenajesen el que se le entregó una batuta de oro financiada mediante una colecta entre antiguos alumnos que posteriormente fueron profesores.
Transcurridos varios meses desde su muerte, el Consistorio republicano-socialista surgido de las urnas el 12 de abril de 1931 “para honrar la memoria de este preclaro ciudadano”, planteaba, en septiembre de 1931, como había hecho ya con otras calles de la ciudad, el cambio de nombre de la céntrica calle de Santa María seguramente por sus connotaciones religiosas,. Tras una fuerte discusión en la que se manifestaron en contra los cuatro concejales monárquicos, los republicanos cedieron y se llegó al acuerdo de dedicarle “ la primera o una de las calles que se abran al otro lado del viaducto”. Y así fue. Tras la inauguración del gran puente en octubre de 1929 y la urbanización primer Ensanche, en los años treinta del siglo pasado se construyeron edificios como el de Sanidad, la Escuela Normal, la Plaza de Toros, los Jardines Fernando Hué… y las nuevas calles que honrarían a los “padrinos” (Hué y Torán de la Rad) del viaducto viejo junto a la dedicada a Don Vicente Fabregat.
Publicado en Diario de Teruel el 17 de noviembre de 2013
jueves, 30 de abril de 2009
jueves, 18 de diciembre de 2008
JORNADAS DE ESTUDIOS SOBRE ARAGÓN
miércoles, 17 de diciembre de 2008
EL LAICISMO COMO OPCIÓN
lunes, 8 de diciembre de 2008
GREGORIO VILATELA ABAD
Villel (Teruel) 1885- Zaragoza, agosto de 1936
Nacido en un pequeño pueblo de Teruel, Gregorio Vilatela Abad realizó estudios de Derecho y de Filosofía y Letras en Madrid, ejerciendo como abogado de gran prestigio en la capital del Turia y también en Valencia y Madrid, defendiendo en todo momento a aquellos trabajadores, organizaciones y políticos que eran perseguidos por la Dictadura de Primo de Rivera.
Tras ocupar el cargo de diputado provincial por el Partido Liberal (Albista), se integró en el Partido Republicano Radical Socialista (PRRS) de Marcelino Domingo en 1930 siendo su impulsor y líder más destacado en la provincia de Teruel junto a Luís y Ramón Feced Gresa, el que sería ministro de Agricultura en 1933.
En 1931 fue fundador y promotor de la Conjunción Republicano-Socialista que ganó las elecciones municipales en la capital y colaboró con el Comité revolucionario para la proclamación de la II República en Teruel aunque no participó en los comicios municipales del 12 de abril.
En el mes de mayo junto a otros correligionarios radical-socialistas fundaría el periódico de ámbito provincial, República, del que sería director hasta su desaparición a finales de 1933, además de ser portavoz, en un principio, de la Conjunción Republicano-Socialista
En las Constituyentes del 28 de junio, Vilatela participó con el PRRS en las elecciones dentro una Coalición de partidos republicanos (Partido Radical y Al Servicio de la República) consiguiendo un escaño en el Parlamento con 22.635 sufragios siendo el candidato más votado de la provincia. Entró a formar parte de de la Comisión de Agricultura y ocupó la vicepresidencia de su grupo parlamentario. Rechazó varios cargos importantes como miembro del Tribunal de Cuentas o la Dirección General de Agricultura, por no trasladar su domicilio a Madrid, estando ligado la mayor parte de su vida política a la provincia de Teruel, por donde divulgó y defendió la Ley de Reforma Agraria de Marcelino Domingo.
Tras la escisión del PRRS en el mes de octubre de 1933, Vilatela, partidario de colaborar con los socialistas y así apoyar al Gobierno de Manuel Azaña, se unió al sector de izquierdas que lideraba Marcelino Domingo, fundando el Partido Radical Socialista Independiente (PRRSI), que en 1934 se uniría a Acción Republicana (AR) de Azaña y a ORGA para fundar un nuevo partido, Izquierda Republicana (IR), del que fue miembro de su Consejo Nacional.
Intervino en las elecciones generales de noviembre de1933 con el PRRSI, formando parte de una coalición de izquierdas integrada por miembros del AR y el PSOE, no obteniendo el escaño deseado debido al triunfo de las derechas agrarias y Acción Popular en la provincia de Teruel.
Sí que fue elegido diputado nacional -ya bajo las siglas de IR- como candidato del Frente Popular en las elecciones generales de febrero de 1936 pero su escaño tendría fecha de caducidad muy corta.
Cuando se produjo la sublevación militar de Franco, el 19 de julio de 1936, se encontraba en Teruel por lo que con otros dirigentes de sindicatos y organizaciones de izquierdas se dirigió al Gobierno civil para solicitar armas para al pueblo, pero el gobernador no se avino a ello y en su despacho fueron detenidos por el comandante Aguado que había encabezado la sublevación en la capital.
Llevado junto a sus compañeros al Seminario, que hacía las funciones de cárcel, estuvo preso hasta que unas semanas más tarde fue trasladado a Zaragoza donde sería fusilado el 10 de agosto junto a las tapias del cementerio de Torrero con poco más de 50 años. Posteriormente, también sería fusilado su hijo Ricardo que seguía su trayectoria política.
Vilatela, hombre de principios éticos y de un republicanismo íntegro, sufrió la barbarie de los fascistas pagando con su vida –y la de su hijo Ricardo- su defensa del régimen establecido en abril de 1931 y los principios democráticos que presidían su ideario.
sábado, 6 de diciembre de 2008
Casi todos los nombres del Jiloca
Hay que valorar ciertamente la perseverancia y el coraje de Pablo Marco para honrar la memoria de su padre y de los concejales de Calamocha que fueron fusilados en el cementerio de Singra en la “calma chicha” del verano de 1936 que sucedió al “alzamiento”. Por fin, con la colaboración de la Asociación Pozos de Caudé, mediante la colocación de una placa con todos los nombres, han tenido un reconocimiento –exiguo, a nuestro entender- las víctimas de la represión franquista en Calamocha, cuyo único delito fue haber defendido la justicia social a través de la sociedad ugetista Trabajadores de la Tierra.
En realidad, se ha tratado de un homenaje privado – de él y de las familias de algunos de los fusilados- puesto que las instituciones se han quedado mudas o han mirado hacia otro lado: ni el ayuntamiento de Calamocha, ni el del resto de municipios, ni la Comarca se han enterado de que numerosos vecinos, entre ellos varios dirigentes de partidos, maestros, alcaldes y ediles de diferentes municipios (Monreal del Campo, Calamocha, Villarquemado, Cella, Caminreal…), fueron represaliados y/o ajusticiados en este estío aciago . Al contrario que en otras comarcas de la provincia, parece que ha existido desde hace tiempo un pacto de silencio para que nunca se conozca lo que pasó por estas tierras del Jiloca en esos meses de sangre y plomo. Seguramente estamos más cómodos “con este silencio de muertos” que si se sacan a relucir unos acontecimientos violentos que muchos conocemos pero que las generaciones actuales y futuras ignoran.
Tras la sublevación militar del 18 de julio, la mayor parte de las tierras del Jiloca cayeron bajo el mando franquista lo que favoreció la represión y la ejecución de personas cuyo único “delito” era haber militado o ser dirigentes de partidos de izquierdas o de sindicatos. Por otra parte, hay que recordar que estos municipios, en ningún momento de la guerra, estuvieron bajo el control republicano por lo que no padecieron la represión del otro bando.
Ahora bien, cuanto mayor fue la actividad organizativa y reivindicativa de las sociedades obreras y políticas durante la II República en la Comarca de Jiloca, los efectos de la represión se tornaron más cuantiosos. Empecemos por la localidad de Cella: más de doscientas personas sufrieron en sus carnes el fusilamiento en los Pozos de Caudé, la cárcel, la incautación de bienes o algún otro tipo de represión; los ferroviarios de Caminreal del ugetista Sindicato Nacional Ferroviario, que se encontraban en julio de 1936 en plena huelga, fueron depurados o ajusticiados, incluido su alcalde Simón García Sancho; los alcaldes de Villarquemado, de conducta intachable, Nicolás López y Teófilo Villel, junto a varios concejales y vecinos de izquierdas, ajusticiados sin juicio previo; alcaldes de Ojos Negros y el presidente del Sindicato Minero de UGT, siguieron la misma suerte; en Fuentes Claras, el alcalde Enrique Esteban y varios concejales (Pedro Cano, Andrés Peris…) padecieron cárcel e incautación de bienes; en Monreal del Campo merece especial atención la tragedia de una familia cuyos dos hijos (Benjamín y Victoriano Górriz Bau) fueron ejecutados vilmente junto a las tapias del cementerio de Villafranca del Campo y cuyos restos aun estarían allí, en una zanja, a no ser por la valentía de la mujer de Victoriano que se atrevió a recoger los cadáveres. No se trataba de obreros, sino de una familia de la burguesía local que acababa de inaugurar en 1935 la fábrica de harinas más moderna de toda la Comarca, propietaria de una empresa de autobuses a Molina de Aragón y de una central productora de electricidad. Victoriano, alcalde del Partido Radical Socialista (a partir de 1934 Izquierda Republicana) durante la mayor parte de la II República, manifestó una ejemplar conducta ética al rechazar la presión de los caciques locales pero, sobre todo, destacó por la realización de obras para dar trabajo a los necesitados; búsqueda de financiación para la ampliación de regadíos; la lucha por la construcción de escuelas ante las necesidades educativas…; el alcalde de Villalba de los Morales, Juan Cortés Cebrián, “ejecutado por los ejércitos beligerantes…”; el de Torralba de los Sisones, Fernando del Carmen, “muerto por la guerra”…
Podemos seguir nominando a otros vecinos represaliados y con la depuración de innumerables maestros de los que tenemos los nombres y datos de su enjuiciamiento… tal como aseveraba recientemente Amnistía Internacional: “Para pasar de página, primero hay que leerla”. Y en eso estamos, en el párrafo inicial de la primera página, buscando todos los nombres, mal que les pese a algunos.